Crecido en una familia de músicos, Ayers recibió
sus primeras baquetas de manos de Lionel Hampton, el padre del vibráfono en el
ámbito jazzístico. Recién ordenado caballero por semejante icono del
instrumento y del jazz clásico, Ayers se empapó en ese lenguaje hasta dominarlo
con maestría, pero su concepción de la música estaba muy alejada de estancarse
en el pasado. Después de haber grabado con el flautista Herbie Mann, los
vientos de la música negra que han soplado desde los sesenta hasta nuestros
días orientaron su carrera en otra dirección. A lo largo de los años lideró
exitosas formaciones concebidas para hacernos mover los pies. La influencia de
la etapa eléctrica de Miles Davis y de los Headhunters de Herbie Hancock le
llevó a experimentar con una versión sintetizada de su instrumento y a adaptar
el jazz a las pistas de baile y a un gusto para todos los públicos, sin
renunciar a su esencia y calidad. En 1976 grabó Everybody loves the Sunshine,
un hit con el que conseguía una perfecta amalgama de estilos y que no ha dejado
de sonar en las radios más exigentes. De hecho es uno de los temas
imprescindibles en sus directos. Su legión de admiradores -incondicionales de
la música negra de todas las épocas- no le perdonarían que lo guardase en el
armario. Su instinto para absorber el funk, el Rythm and Blues, el soul, el hip
hop, la música africana -compartió escenario con el apabullante Fela Kuti- y
todo cuanto se mueva… ha aupado al vibrafonista y cantante californiano al
pedestal de los músicos de culto.